miércoles, 17 de febrero de 2016

Puedo cambiar lo que hago, pero.. ¿quién me cambia el corazón?

Todas las semanas trabajo con niños. Ellos me recuerdan lo que de verdad importa. Ellos me recuerdan quien soy de verdad. Ellos, que no luchan por nada, que solo viven... espontáneos, traviesos, incluso egoístas (porque cuidan por sus intereses, lógico...) También inocentes, sinceros, sin doblez. Dan sus respuestas, aceptan abrazos, piensan, dudan, preguntan. No entienden la vida pero la viven. Muere su abuelo, operan a su madre, sus padres se separan, nace un nuevo hermano.... ¿Quién dijo que los niños no tuvieran problemas? Y así te los cuentan. Con sencillez. Con esperanza... aún creen en la vida. A veces con miedo, tristeza... lloran lo que les duele (otras veces se enravietan porque ni siquiera saben que les duele). Eso sí: salvo pocas excepciones (y solo porque el 100% en la vida no existe) siempre aceptan abrazos, y siempre aceptan cosquillas. Los aceptan sin más, pero ¡si supieran que en cada uno de esos abrazos me construyen! Que me descargan más tensión en cada pelea de cosquillas que en cualquier método de relajación, que su picardía y sus peleas me dan el cambio de perspectiva necesario para encontrar la solución adecuada a cada uno de mis problemas. Yo soy la adulta y ellos los niños... pero ellos viven y yo me complico. ¡¡Si ellos supieran!!
¿En qué momento se me olvidó? La razón por la que vivo mi vida. El por qué lucho. ¿En qué momento se me olvidó?
Mucha fachada y poco interior. Puedo pulir metas, luchar por logros, pero.. ¿quien te cambia el corazón? ¿Quién te devuelve la esperanza, el creer en la gente...? ¿Acaso es que de tanto usar la cabeza se durmió mi corazón?
Sobra ambición y falta misericordia. Me sobra realismo y me falta compasión.  Nos quedamos en lo superficial, excusados en que la velocidad de esta vida impide ir más allá, en medio de mil cosas urgentes... todo porque crees que no puedes permitirte parar.
¡Y entonces llegan ellos! Llegan ellos y echan el freno, aunque te exijan el 100% de ti, que aquí sí que existe, doy fe de ello... y sino que le pregunten a cualquier padre ;)
Cada uno muy distinto: tímida, abierto, curioso, sabelotodo, presumida, dulce, coqueta, sensible, despistado, sencillo, pensador, cariñosa, inquieto, bromista, responsable, sensato, luchador.. y a la vez incasillables. Son únicos.  ¡Si ellos supieran! Sin darse cuenta me exigen cuidarles, enseñarles, escucharles, ser firme, ser cariñosa, reinventarme... Pero me recuerdan quién soy cada día. Y me hacen estar viva.

domingo, 14 de febrero de 2016

Las pequeñas cosas

Las pequeñas cosas, las que nadie aprecia... o eso dicen. Pequeñas cosas que se deslizan entre los dedos como la arena de la playa, pero sin embargo dan sentido a la vida. Paradoja, como la vida misma. Abstracto y real, tanto como la protección de mi habitación en un día de invierno. Bajo las mantas, el repicar de la lluvia me habla del frío, pero parece oirse muy lejos... Puedo escucharlo desde dentro de la historia que estoy leyendo, envuelta en el familiar calor de mi hogar... "familia", "calor", "hogar"... palabras muy repetidas pero a menudo infravaloradas. Hoy voy a saborear lo que tengo. El MIR pasó, como todo pasa, y aún no sé qué pasará conmigo en los próximos meses, pero sí sé esto: pase lo que pase, y vengan las luchas que vengan... soy una afortunada. Rica... de lo que verdaderamente importa. Y, pase lo que pase, espero nunca olvidarlo.