miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Otoño sinónimo de tristeza?

Otoño... y ya van siete. Siete años viendo llegar el otoño sobre estas mismas calles, sobre esta facultad, todas las mañanas... Mismo bus (¡prácticamente misma gente en él!), mismo ¿todo? No, hay mucho muy distinto. Distinta yo.
Siete años atras era una muy primeriza estudiante de medicina la que recorría estas calles para ir a clase, a escuchar hablar acerca de proteínas, biomecánica, de cómo era una célula, de estadística y de historia.
Después, a estudiar fisio, hacer disecciones, desentrañar preparaciones de microscopio... ¡la vida en "rosa"! Y no precisamente por fácil,gg. Que ese rosa-microscopio puede simbolizar las mayores frustraciones, igual que este gris-otoño puede estar cargado de alegría.
Hace 4 años (¡sólo 4 años!) empecé a pisar el hospital, hasta realmente sentirme cómoda en él. A sentirme cada vez más médico, y hoy... hoy vuelvo por aquí a estudiar. Vengo a estudiar, como venía cada día una hora antes de comenzar las clases o rotaciones para aprovechar ese rato hace unos años... pero esta vez para quedarme no una hora, sino unas 8 o 9.
¿Sinceramente? No siempre tuve claro que llegaría aquí. Son muchas las cosas que han pasado entre medias, es mucho lo que ha llovido.... pero aquí estoy. Aquí estoy. Esto me lleva a pensar en que cuántos caminos que parecen difíciles o que aparentemente se tuercen pueden llegar a buen final. Quizás a un final distinto al que esperamos, pero bueno. ¡Qué aburrida sería la vida si todo llegara a donde esperamos, del modo exacto en que esperamos! No, en cambio suele suceder que el camino nos lleva aún más lejos... y el propio recorrido merece la pena (baches inclusive).
Siete años: más de un tercio de mi vida hasta ahora... aunque tan solo una pequeña parte en comparación con lo que me queda por delante. 
¿Otoño sinónimo de tristeza? Mejor de esperanza... porque todo lo que hoy parece languidecer en unos meses renacerá.
Ánimo a todos aquellos que estéis en camino.

viernes, 23 de octubre de 2015

Viernes MIR

Me canso.
En general, los viernes siempre han sido un día de punto final: ese día en el que no se estudia "porque es viernes" o en el que se prepara una maleta de última hora para una escapada de fin de semana.
Eso es así hasta que empiezas el MIR y... ¡se acabaron los viernes! A partir de ese momento el viernes es una jornada normal, con sus 8-9 horas de estudio, a la que sigue otro día de estudio más. Con todo, sí, noto que es viernes. Noto los días de estudio acumulados: cada vez que hago un descanso éste se se alarga, las distracciones se multiplican y el tiempo pasa lentamente mientras yo lucho contra la pereza y el cansancio, tratando de recordar por qué lo hago. Si no me distraigo más es porque realmente no hay nada capaz de mantener mi atención por mucho tiempo. Los viernes sufro una especie de "Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad" adquirido, provocado por el cansancio acumulado. El viernes pasado tenía náuseas, éste escalofríos. Puedo incluso no parar en todo el día, pero no estaré realmente en nada de lo que haga: podré hacer, pero se me olvidará ser...
Debería hacer una lista de "patologías propias del estudiante MIR", y el "síndrome del viernes MIR" estaría en ella junto con ciclotimia, hipocondría asignatura-dependiente... y un largo etc.
El caso es que tras meses de estudio ya sé que los viernes suelen ser así: el día termina cundiendo pero con mucho esfuerzo, no soy capaz de tomar decisiones ni de pensar (o pienso demasiado); me enfadaré conmigo misma por no aprovechar más el tiempo (o sin saber siquiera porqué me enfado), no me apetecerá ningún plan (aunque finalmente acepte alguno y lo disfrute seguro), y finalmente me iré a dormir consciente de que el sábado lo veré todo de otro color ¡y así será! Que ahora los sábados ocupan el lugar de los antiguos viernes... y vuelta a empezar.
:)

jueves, 22 de octubre de 2015

En un hospital africano...

Voy camino al hospital, pero esta vez a estudiar. Estoy en el autobús, en medio de un atasco, mientras por la ventana se ve esa curiosa mezcla de colores del amanecer.
En esta rutina no puedo evitar acordarme de mis mañanas africanas camino al hospital, esa vez sí, no para estudiar sino como médico en prácticas. ¡Y qué distinta es la medicina que alli viví!
A veces pienso que no lo aproveché suficiente... que no tuve suficiente iniciativa, que no di suficientes abrazos, no paseé lo suficiente por sus calles, que me quedaron demasiadas personas por conocer más a fondo y demasiados pacientes por tratar.. ¡pero eran tantas las cosas nuevas a asimilar!
Allí se cura como se puede: con las medicinas que hay, los medios y las circunstancias de cada persona. A veces tienes que decidir entre hacer una prueba diagnóstica o poner tratamiento sin saber de qué enfermedad se trata, porque no tienes dinero para hacer ambas cosas. El tratamiento no solo se ajusta a la indicación sino al presupuesto, y aprendes a apreciar cada pedazo de algodón... Y, con todo, eso es sólo una millonésima parte de todo lo que cambia al estar allí.
Hay algo que no cambia: los pacientes. Ellos son los mismos. Diferente cultura, diferente modo de vivir la enfermedad, pero pacientes al fin y al cabo... Gente que acude al médico para ser aliviada, curada; gente que tiene miedo y gente que no; gente sola y gente acompañada. También hay familias que sufren y madres que lloran.
No iba al hospital en un amplio autobús, sino conduciendo un todoterreno entre lluvias y charcos... pero he de decir una cosa: el motivo que me movía era realmente el mismo que hoy me hace madrugar para ponerme a estudiar.
Ánimo a los que en cualquier parte del mundo se dedican de un modo u otro a este mundillo de la salud... Yo no puedo evitar pensar que he elegido la profesión más bonita que existe. :)

jueves, 1 de octubre de 2015

Ser médico es fácil

Es difícil explicar la mezcla de cansancio, frustración, emoción y alegría que siento al ponerme a repasar al final del dia. Cansancio acumulado, frustración por lo inabarcable del temario... pero alegría por ser consciente de hacia dónde camino y emoción porque va estando más cerca. En esta paradoja, no puedo evitar preguntarme si cuando mire hacia atrás dentro de unos años habrá merecido la pena: ¡y encuentro este poema! :) Perfecta respuesta.

Me pides muchacho aclare tus dudas
que como fantasmas, te acosan y apuran.
Seguro que esperas respuestas maduras
que alumbren a giorno tus sombras oscuras.
Sé bien lo que quieres y ansío ayudarte,
porque esas dudas remozan mi sangre
ya que fueron mías al recién graduarme,
algo, poco o mucho, tengo que brindarte.
La ruta es muy larga, casi inalcanzable,
es siempre exigencia, permanente darse,
pensar en los otros, comprender, amarles,
sentir sus dolores, sufrir en su carne.
Ser timón y guía en cada percance:
responsable pleno de sus desenlaces.
Ser hermano, amigo, confesor o padre,
tumba de secretos que jamás violares.
Calmante de angustias, dolores o hambre,
curioso obsesivo que explora incesante
el cuerpo, la psiquis, el mundo o el aire,
sin renunciar nunca a beneficiarles.
Que el fin del balance no pueda acusarte,
que tu meta sea siempre un semejante:
sin nombre, sin cara, al que te entregaste
con toda tu ciencia, tu atención y tu arte.
Recibir por pago lo que no soñaste:
los ojos llorosos de una pobre madre
que rogando al cielo pretende expresarse,
y lágrimas sólo tienen para darte.
Ya ves mi muchacho, no te me acobardes,
vocación ya tienes, completa el bagaje,
junta valentía, honradez, coraje,
y verás entonces: ser médico...es fácil.
Dr. Antonio Armando Lara