domingo, 27 de mayo de 2018

Pasar pagina

Pasar página. Dicen. ¿Qué es pasar página? ¿Seguir adelante? ¿Dejar atrás?

Aceptar que las cosas no son como eran. Y que no lo puedes cambiar.
Lo que fue ya no es, no existe. Es inútil que no lo dejes de intentar. Intenta otra cosa, reconstruye otra cosa. Pero acepra que lo que es volver, eso que quieres no volverá.

¿Por qué no pasamos página? En mi caso, miedo. De perder las raíces. De confirmarme. De dejar de luchar.

Acepto. No quiero. Pero acepto. Bajo la cabeza. Hago que no importa. Pero me importa. No he dejado de luchar. Firmo la tregua, pero no estoy contenta con ella. No lo quiero. Pero es más fuerte que yo. Nunca iba a ganar.

viernes, 23 de marzo de 2018

Amaneceres de hospital y otras vueltas de la vida

Hace años soñaba con ser de las que se despertaba en un hospital, de las que permanecía en vela, testigo de esas grandes historias, de las que hacían algo...
...con ser médico. 

Ahora despierto de guardia, y solo sé que tengo sueño. Ya sé que somos simplemente personas los que trabajamos allí dentro. 

Qué tonta me siento... 
(no sé si por idealizarlo entonces, o por ahora olvidarlo por momentos)


jueves, 15 de marzo de 2018

Me encanta mi cuerpo

Me miro al espejo. Me gustan estos pantalones de una 38 (la 34 y la 36 quedaron fuera de mi vocabulario...).
Miro la camiseta que cae por mi hombro (siempre me gustó el rojo)
Me doy la vuelta, me miro de perfil. Hay alguna curva que no casa con mi "gusto ideal" (pues claro que se notan los 5 kilos que me han regalado estos dos años de residencia..)
Miro mis piernas, mi tripa, mis brazos.
No son de modelo, pero son fuertes. Son testigos de mi vida y cómplices para lograr mis metas. Unos días veo mi cuerpo con mejores ojos que otros. ¿Te cuento un secreto? Realmente ni se como es objetivamente. A veces, directamente, es otro cuerpo el que veo. ¿Y qué? No es el cuerpo con el que soñaba (ese no sé si era compatible con la vida...) Ni siquiera por el que luché. Pero, ¿sabes qué? Sí que es el cuerpo con el que voy cumpliendo mis sueños, luchando batallas, disfrutando, compartiendo momentos, conociendo gente, aprendiendo de todo, VIVIENDO. Al fin y al cabo, el que me ha acompañado durante toda mi vida, mi fiel compañero. Lleva mis cicatrices. Tiene sus defectos. Tira bien (a veces demasiado). Es lo primero que la gente ve de mi, y es aquello a través de lo cual me acerco a la gente. Me da toques d atención (pocos). Aún es bastante nuevo. Mezcla cosas de mis padres, pero es original. Es mi cuerpo.

Me gusta mi cuerpo. Soy yo. Y me gusta mi yo, me gusto por dentro. Ahí hay creatividad, paradoja, cariño, lucha, vocación, defectos (muchos defectos), amistad, amor, lealtad...y mil cosas más. De las que de verdad importan. Y, todo eso, lo puedo expresar con mi cuerpo.

Me miro al espejo. Lanzo una mirada desafiante a ese monstruo que en otra vida tanto me ha aterrorizado, tanto me ha paralizado. "Este es el cuerpo del que me decías que no merecía nada, con el que según tú iba a ser una infeliz. Me convenciste hasta odiarme, hasta aborrecerlo. Nos hiciste enemigos, yo contra mi cuerpo; y contra mí, mi mente, jugando a ser la buena, mintiendo constantemente, escondiéndose detrás de mi cuerpo, haciéndole parecer el malo, culpándole de todo, haciéndole responsable, exigiéndole hasta el colapso. E inicié un combate, a muerte. No importaba el precio. Hubo treguas pasajeras...pero nunca paz. Equipos contrarios, mi cuerpo y yo. Odio eterno. Cada vez mirado con peores ojos, y cuánto más le odiaba a él, más me odiaba a mí. Le combatía sin saber que era a mi misma a la que estaba jodiendo. Creía lícita, necesaria y eterna mi lucha. Cada día que pasaba era un eslabón más en la cadena, que a priori me daba más espacio, pero también me sujetaba con más fuerza. Me hice experta. Y tú asentías, y tú me decías que hacía bien, que si tenía este cuerpo nadie me iba a querer, que no iba a lograr ningun sueño. Pues, ¿sabes qué? Te equivocabas. Era mentira. Lo estoy haciendo."

Vuelvo a la realidad. A ese espejo. Me miro y sonrío. Me hace fuerte que me guste mi cuerpo. Pero más fuerte me hace saber que no siempre ha sido así. He odiado mi cuerpo. Me he odiado a mí. Luché a muerte. Perdí muchas batallas. Caí muchas veces. Me rendí. Cuando se avecina tormenta aún me duelen cicatrices, y miro a quien en ese momento me acompañe y pienso: "si supieras..." Pero ya da igual. Ya está. El otro día cogí mis cadenas, las estrujé y las tiré, sin más. Ya está. Abri la ventana y empecé  a respirar. Por primera vez dejé de buscar el modo de escapar, y directamente  me rebelé. Se acabó. Ya perdí tiempo, fuerzas, ganas y mucho más por ello. Demasiado alto ha sido ya el precio. No guardo rencor. No me guardo rencor. Las historias tienen muchos capítulos, ese fue uno. Por está vez me permitiré perdonar sin olvidar. Al menos por ahora. Me perdono, pero no olvido mi historia. Tampoco me enorgullezco. Simplemente ya no es. Fue. Forma parte de otra vida. Ya no es de la mía. Nunca más.

Las guerras propias ganadas me dan esperanza sobre las batallas ajenas. Si mi imposible se hizo realidad... ¿por qué no iba a haber más?

domingo, 11 de marzo de 2018

Mientras los pájaros cantan

7 de la mañana.
Abro la puerta de la habitación.
Oscuridad.
Demasiado temprano como para que las primeras luces iluminen mi cama. Aún así, en el parpadeo azul-amarillento de los huecos de la persiana se puede adivinar entrelíneas el nuevo día, que para mí sigue siendo el mismo que hace 24 horas: una guardia.
¿Y ahora qué?

Los pájaros cantan al otro lado de la ventana. Yo no sé qué es lo que hago. Dejo en el suelo la mochila, ando hacia el baño, me miro al espejo.
¿Quién soy?

Es una curiosa desconocida, la que desde el espejo me mira. Curiosa la percepción, que día a día modifica mi reflejo.
¿Cambia lo que veo
porque cambia mi yo externo,
o es mi yo interno el que modifica
el modo de ver mi reflejo?

Me tumbo en la cama.
Escucho el canto de los pájaros, como un nana. 
Disfruto del cansancio, de ese sueño acumulado.

Son las 7:15 de la mañana.
Domingo, 11 de Marzo.
¡¡11 de Marzo!! Recuerdo perfectamente un día como hoy, hace 14 años.
Ese día me dije que quería ser yo la que fuera a los escombros. Quería ser esa médico. Quería estar ahí. No quería estar al otro lado de una pantalla de tantas realidades que salen en la televisión. Recuerdo ese Atocha, ahora tan inocente, pero que dejó una de las marcas que me han llevado a estar donde estoy. Otra es Dominicana. Otras tienen nombres propios que no traeré aquí. Pero sí. Una es Atocha. Admiraba a los equipos de emergencias, a los médicos voluntarios, al resto de colaboradores. Ese día decidí formarme para aportar algo en este mundo loco del que, quiera o no, formo parte. Decidí que quería estar ahí donde haya sufrimiento, y no para juzgar: solo formada en curar, aliviar, acompañar.
Y el tiempo pasó.

14 años después, aquí estoy. Ni tan niña ni tan valiente ni tan... nada. Simplemente saliente de guardia. En un mundo que sigo sin entender, mientras recorro, mejor o peor, el camino que decidí seguir. Ya no soy tan altruista como fui. Mi modo de ver más cosas ha cambiado.
Yo he cambiado. Eso sí:
soy una afortunada.

Veo muchas situaciones duras, pero soy un actor secundario de todas ellas. Una extra. No soy la protagonista. Soy testigo de importantes historias. Conozco a sus protagonistas. Por ellos me quito el sombrero. Por ellos merece la pena el cansancio y mi sueño. No por lo que nadie opine. Solo por ellos. Esas historias existirían aunque nadie las viera. Yo quiero verlas. Muchas veces sus protagonistas se preguntarán como puede el mundo seguir girando, si el suyo propio se ha parado. Lo sé. Estoy ahí. Lo veo. Al menos lo veo. Sí, a veces me quejo. Aunque realmente no tengo derecho. Se que soy una privilegiada.  Cansada. Pequeña. Asustada. Saliente de guardia. Aún mucho que aprender. Pero ahí sigo.

No quiero pensar. Me tumbo en la cama.
¿Qué tal se me dio la guardia? Podría haberlo hecho mejor? ¿Y sí...?
Muchos niños en la cabeza, pero sea como sea, prueba superada. Fin de la guardia. Inicio del saliente.
Cierro los ojos...

jueves, 1 de marzo de 2018

Paradojas de un saliente

Pequeño gran saliente en el que me quedé en el hospital hasta las 13:00. Guardia ayer, calmada, disfrutona y cansada. Día simple hoy, lleno de cosas, en el que disfrutar de las grandezas de la rutina. Pacientes antiguos que reaparecen, nuevos pacientes con enfermedades antiguas...

Encontrar mi sitio poco a poco. Luchar por avanzar, pero aceptar donde estoy. Café oscuro y amargo en la mano, libro de montaña, tareas financieras pendientes, entreno próximo, cansancio y mucho que estudiar. Todo a la vez. Enamorada y sola en mi casa. Independiente y pendiente de la gente. Imperfecta y feliz. Humilde y atrevida.

¿Qué más voy a decir?



Café de saliente

sábado, 17 de febrero de 2018

De lo que no nos apetece

No todo apetece. ¿Pasar frío? No. Pero subimos montañas en invierno.
¿De saliente? Algo parecido. 26 horas trabajando. Pocas horas de sueño (si es que hay alguna).
¿Mi gente? Haciendo planes a los que no me he podido apuntar.
¿Mi pareja? A 500 km de distancia.
¿Yo? ...

No, no me apetece estudiar más medicina, porque tengo guardia mañana... aunque quiero estudiar, porque tengo guardia mañana.

No, no me apetece ir al rocodromo, porque estoy cansada por haber tenido guardia... aunque quiero ir al rocodromo, porque no he podido entrenar por haber tenido guardia.

¿Me exijo mucho, o demasiado poco?
En esas estamos...

Supongo que no todo apetece. Como los primeros km de una caminata, la primera cuesta en bicicleta de un puerto, el primer contacto en roca estando desentrenada, el frío al salir de la tienda, la aproximación antes de que amanezca... y otros ejemplos que se me ocurren.
Recurro a mi memoria. Se que esas cosas merecen la pena. Sé que luego compensan.

Recuerdo la ilusión con la que iba ayer a mi guardia. ¿Por qué hoy no? Porque conservo el recuerdo del cansancio, del miedo, del recién nacido que se echa a morir, de la sensación de descontrol de mil cosas que hacer durante la guardia, de estar pendiente de tanto paciente, de estar al limite de tus capacidades, de aprender sobre la marcha, de no saber, de resolver...

Misma sensación que después de haber luchado una vía que te ha exigido mucho
"¿Otro pegue?" "No, no me apetece. No tengo necesidad de pasar ese mal rato."
Misma sensación. Solo que ahora no tengo otra opción. Este es mi trabajo.

¿Conclusión? Dejar de llorar, ponerme a estudiar, e irme a entrenar. Después de dormir será otro día. Y ya mañana ser verá.