viernes, 31 de marzo de 2017

Querido pequeño

Querido pequeño. Veo muchos peques como tu en el hospital... no me preguntes por qué me has tocado de un modo tan especial. ¿Porque estés sin diagnosticar? Estoy acostumbrada, como resi pequeña, a ver pacientes ya "etiquetados" desde urgencias, cuyos médicos saben perfectamente el mejor tratamiento para su enfermedad, y yo me limito a corroborar... Esta enfermedad, este tratamiento, está evolución. Tú...No sabemos lo que tienes. Te pones malo y te "arreglamos" Sí que lo sospechamos...Pero no lo sabemos. Y yo llego a mi casa y estudio, y busco, y miro... ¿Y si no fuera eso? ¿Y si tuviera tratamiento? Pero no es verdad. He pensado mucho en ti estos días... en vano. En vano o... no. Pero no he sacado nada en claro. Quizás solo haya servido para recordarme que me gusta ser médico, que me preocupais, que llegáis a recordarme quien soy, y que me gusta la medicina. Quizás solo haya servido para yo recordar como se hacía... cómo se vivía. Tú te mueres igual.

Hoy volviste a dejar de respirar. A priori no se te ve mucho sensación de enfermedad. Eres un pequeño más... o casi. Pero se que tú organismo pende de un hilo...y que te vas. Tarde o temprano (pero antes de lo que deberías) te irás.

Querido pequeño. No me sale llorar. Estoy triste... pero no me sale llorar. Las cosas son así. La vida es así. No te conozco: no eres ni mi hijo ni de ningún amigo, no me eres familiar... pero eres. Y te vas. No me corresponde a mi llorarte. No voy a concederme un protagonismo que no es real. No voy a decir que lo paso mal. He visto a tu madre llorarte, a tu padre sufrir, a los dos pasarlo mal. Yo solo...Pasaba por allí. En el fin de tu vida, en uno de los momentos más cruciales de la de tus padres. Eso es ser medico, ¿no? Y esta es la versión oficial. La real: que tu también has pasado por mi. Que como paciente, te quiero. Que querría que vivieras. Que querría conocerte como a tantos esos niños: que pasan por mi vida y se van, pero a seguir viviendo. Que ya no les veré más, pero que seguirán. Tú no. Cosita pequeña.

Yo hoy comeré, veré una película o estudiaré, me iré a escalar... Yo no soy la protagonista, sois vosotros: tu, vivido y coleando como estas (que cada segundo, minuto y día de tu vida es para disfrutarlo, no hay que olvidarlo) y tus padres, que siguen rotos en el hospital.

Tú me haces medico. Que lo sepas. Aunque ojalá vivieras..ojalá. Ojalá te pudiera curar.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Querida mamá

Querida mamá:
No voy a engañarte. No soy muy empática con las madres. En mi defensa diré que tengo mis razones... normalmente os presentáis como enemigas cargadas con toda la artillería, que arremeteis contra mí mientras trato de buscar de entre mis conocimientos entremezclados de cansancio e inexperiencia, algún modo de ayudar a vuestros hijos; sin atender a razones, perdiendo las formas, actuando como si todo el mundo fuera en contra de vosotras...

Tu no eres así. Hoy te he visto, he visto tu dolor... he visto tu desgarro. Te diría que me ha partido por dentro, pero sé que no llevo ni la milésima parte del dolor que ahora estás conteniendo.

Ojalá hubiéramos podido darte otras noticias. Ojalá pudiera decirte otra cosa. Ojalá pudiera poner la mano en tu hombro y decirte "no pasa nada, va a salir bien". Qué bonito diagnostico. Que típico, médicamente hablando. Qué rápido. Y que feo. ¿Es mejor saber? No lo sé. En estas ocasiones lo dudo. ¿Cómo le dices a un padre que su niña, esa preciosa niña que se ríe y hace carantoñas, y que hasta ahora era igual que cualquier otra realmente... no lo es? O al menos no en el sentido en el que vosotros lo pensasteis.

Hoy al llegar a casa he metido en google el nombre de su diagnóstico: dudo que vosotros hayáis tardado en hacerlo, y quería ver qué encontraríais...Entre palabras técnicas que sé que os marearán y no entenderéis (esas que hace parecer que los médicos queremos nuestro propio y secreto lenguaje..) apareen palabras... de desesperanza. De mal pronóstico. Y sé que las vais a leer. No queremos un lenguaje: es que es necesario ser preciso... porque en medicina no hay matemáticas. Querréis números, certezas, tiempos.. y nadie va a dároslos. Vivid el momento. Cuando estéis preparados. Nosotros... aquí estamos. Para vosotros, los verdaderos protagonistas.

No: no os estoy dando compasión. Me inspiráis respeto. Mami... creo que lo harás bien. Quieres a tu hija, la quieres por encima de todo. Hoy he visto ese amor congelado en ti, traspasando tu corazón. Parecías rota... tan rota. Pero sé que eres fuerte: fuerte de verdad. No el fuerte que gasta energías en aparentar... no. Eres fuerte cual tallo verde, fácil de doblar pero difícil de romper. Doblada ya estás. Sé que no te romperás.

Papi, no me olvido de ti. Sólo es que tu dolor no era tan desgarrador. El de tu mujer cortaba el aire... aunque eso no hace el tuyo menos verdadero.

Hoy he entrado a la habitación a ver la clínica de un paciente, y me he encontrado con una familia que se quiere. Papi, tú has estado fuerte. Has hablado por los dos. No mirabas a tu mujer... pero parecías sus labios. Siempre hablabas en plural. Ponías las palabras que ella, serena en principio, no podía expresar.

Hoy he entrado a ver un paciente.. y he visto la conexión entre dos personas. Dos personas que se quieren. Y que quieren a esa tercera personita, que ajena a todo ello reía.

Hoy no me entendía. Estaba en mi casa... y no me encontraba. He seguido mi ritmo normal de vida; he estudiado, he hecho trabajos... y antes de salir de casa por la noche me he parado. Me he sentado en el suelo, pensando, desesperada... "¿qué me pasa?" y de repente lo he encontrado. Me dueles, mami. Querría daros un abrazo. Mañana es probable que ni siquiera entre a vuestra habitación (no es mi paciente...) No sabrás nada. Tú ahora estás ahí... yo por tercer día consecutivo no pasaré la noche en el hospital, pero una cosa te digo: hoy mi yo está contigo. Con vosotros. Mañana no cruzaremos una palabra. Yo seguiré por la planta, ajetreada entre estudios, historias clínicas, tratamientos, evoluciones, pruebas y exploraciones. Parece que los médicos solo sabemos hacer eso... solo es apariencia. Hoy me dueles. Aunque es tu historia, no la mía. No soy yo la héroe. Yo sólo soy testigo de personas enormes.

Ojala y esto no os destroce. Ojalá el dolor no os nuble la vista para ver lo precioso que tenéis. No sé qué será d vuestro pequeño.. pero siempre le querréis. Y os queréis. Como los héroes de las grandes historias.

Ojalá hubiéramos podido darte otras noticias. Ojalá pudiera decirte otra cosa. Ojalá pudiera poner la mano en tu hombro y decirte "no pasa nada". Tienes mi respeto, mamá. Todo mi respeto. Todo el respeto de esta joven médico que está cansada, que se desespera y se queja de tantas cosas, mientras tú.. pareces rota. No lo estás. Eres más grande de lo que te crees. Yo no me atrevo a decirte nada. Gracias por recordarme quien era yo...siendo tú hoy  "lo que me pasa"


martes, 14 de marzo de 2017

¿Por qué escalo?

¿Por qué escalo? Buena pregunta. Pero ni lo sé ni me importa. Ni voy a pensarlo. Solo diré algo: cuando escalo estoy viva. Estoy tan viva que no sé ni por qué lo hago. Ene se momento estoy ahí, donde estoy, con todo mi ser. No hay ni un pedacito de mí que esté en otra parte. Me llevo a la pared todo lo que soy, todo lo que he sido, y todo lo que seré: no hay distinción. Todo se integra en mí… todo en un ser. Escalar me construye. Cicatriza heridas abiertas en el resto de mi vida, coloca cuestiones enredadas, asienta inquietudes y miedos. Calma y lanza a vivir. Recarga energía, suaviza angustias, consuela frustraciones. Cuando escalo sé quien soy, hasta el punto de no tener que preguntármelo, hasta el punto de no tener más respuesta a eso que la aparentemente obvia: soy yo. Cuando escalo no hay fragmentación. “Tranquila, ya pasó”... parece que la montaña me lo susurra, que me da una palmadita en la espalda.

Quizás sea eso de mirar las cosas con perspectiva: escalar es la concreción más obvia de esa metáfora, de alejarse y verlo todo desde arriba.

Las vistas mientras escalo no son siempre iguales. A veces contemplo mi ciudad a lo lejos: ciudad inmersa en brutal algarabía. Yo miro desde la quietud de la montaña, miro la ciudad, y elevo un poco más los ojos para dejar de mirarla, para mirar al mar, como si esa inmensa extensión de agua fuera cómplice de mis pensamientos: que no es verdad, que esas prisas de la ciudad son la mayor parte de veces en vano. Que el tiempo pasa y poco de eso queda. Que la mayor parte de esas preocupaciones no tienen nada que ver con lo que importa en realidad. Y así permanecemos, el mar, la montaña y yo,  conversando en silencio: como los adultos que intercambian miradas de complicidad cuando ven a niños preocupados por sus pequeños asuntos (aunque quizás no sea un buen ejemplo; los adultos creen que saben lo que es importante… cuanto más crezco, más lo dudo).

Otras veces mis vistas no tienen nada que ver con el ser humano. Veo extensiones de montañas, de mares y lagos. Veo el cielo, y me siento libre mientras permanezco atada a una pared. Si esperas lo suficiente, las aves pasan rozando. ¿Miedo la altura? No realmente. Reconozco que en una pared es el viento el que más impresión me produce. Sensación extraña: cuando no tienes los pies en el suelo realmente te envuelve el aire cuando hay viento.

Viento, sol, roca, agua. ¿Simple? ¿Poco? Que cada uno juzgue. Solo puntualizaré que son todos los elementos.


Hay otras vistas más... las vistas de cuando escalo en las montañas de mi comunidad natal. Pocas son estas ocasiones, pero tienen un regustillo a raíces, a identidad, a permanencia y a novedad. Esas montañas que he visto durante tantos años desde mi ventana, y que cuando escalo siento: desde mi habitación, son imponentes y preciosas figuras a lo lejos; desde la pared, se llenan de detalles bajo mis dedos, que buscan como acoplarse para seguir subiendo. 

lunes, 6 de marzo de 2017

Cargas

Cargas que soportas. Pesos. Pesos que están ahí sin que seas consciente de ello. Cargas que has asumido como inherentes a ti.

Presión. Asfixia. Agobio. No respirar.

Calma. Libertad. Brisa. Disfrutar.

Parar.

Tomar conciencia.

Sentir. Sentir todo tu ser. Sentirlo y quererlo. Dejar de odiar. No despreciar. Valorar.

Feliz. Serena. Sin más. ¿Quien iba a entender? Disfrutó de las últimas migajas. Observó cada cucharada como si nunca hubiese visto nada igual. Los olores,olores,texturas y sabores aparecían como nuevos ante ella. Tan simple y tan difícil.

Disfrutó tímidamente de ese momento...Como si fuera de cristal.
¿Y si desaparecía?
¿Cuántas veces tendría que volver a empezar?