jueves, 22 de octubre de 2015

En un hospital africano...

Voy camino al hospital, pero esta vez a estudiar. Estoy en el autobús, en medio de un atasco, mientras por la ventana se ve esa curiosa mezcla de colores del amanecer.
En esta rutina no puedo evitar acordarme de mis mañanas africanas camino al hospital, esa vez sí, no para estudiar sino como médico en prácticas. ¡Y qué distinta es la medicina que alli viví!
A veces pienso que no lo aproveché suficiente... que no tuve suficiente iniciativa, que no di suficientes abrazos, no paseé lo suficiente por sus calles, que me quedaron demasiadas personas por conocer más a fondo y demasiados pacientes por tratar.. ¡pero eran tantas las cosas nuevas a asimilar!
Allí se cura como se puede: con las medicinas que hay, los medios y las circunstancias de cada persona. A veces tienes que decidir entre hacer una prueba diagnóstica o poner tratamiento sin saber de qué enfermedad se trata, porque no tienes dinero para hacer ambas cosas. El tratamiento no solo se ajusta a la indicación sino al presupuesto, y aprendes a apreciar cada pedazo de algodón... Y, con todo, eso es sólo una millonésima parte de todo lo que cambia al estar allí.
Hay algo que no cambia: los pacientes. Ellos son los mismos. Diferente cultura, diferente modo de vivir la enfermedad, pero pacientes al fin y al cabo... Gente que acude al médico para ser aliviada, curada; gente que tiene miedo y gente que no; gente sola y gente acompañada. También hay familias que sufren y madres que lloran.
No iba al hospital en un amplio autobús, sino conduciendo un todoterreno entre lluvias y charcos... pero he de decir una cosa: el motivo que me movía era realmente el mismo que hoy me hace madrugar para ponerme a estudiar.
Ánimo a los que en cualquier parte del mundo se dedican de un modo u otro a este mundillo de la salud... Yo no puedo evitar pensar que he elegido la profesión más bonita que existe. :)

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