martes, 28 de abril de 2015

Aprender a amar la medicina

Escribí esto el 28 de abril de 2012, hace hoy 3 años.
Podría matizar cosas, pero prefiero dejarlo como está:
porque hoy, 3 años después, sigo totalmente convencida de ello.
;) 

"Un sacerdote me dijo una vez, hace ya 4 años, 'la medicina es amable por sí misma'.
Desde entonces me he preguntado muchas veces si sería verdad y si merecía la pena.

Después de sumas y restas pienso en las horas (¡¡y días!!) de estudio, en la falta de sueño, en el acostumbrarse a no saber cuándo podrás sacar un rato para comer, en los conocimientos aprendidos, los momentos vividos en el hospital, en la biblioteca, en clase, en prácticas, en el comedor, en el campus..

Pienso en exámenes, llantos, nervios, agobios, frustraciones, satisfacciones; en el sentimiento de no llegar y no dar la talla, la presión; pienso en el dejar cosas de lado, deporte y música, en la realidad de que continúas estudiando cuando tus antiguos compañeros de instituto van terminando sus carreras... Pienso en cuanto he cambiado en 4 años..  

Pienso en el suspender y repetir, en mis esfuerzos y vagueos, en momentos concentrada y momentos distraída, en esas veces en las que quieres seguir hacia delante y superarte y en las que quieres pasar de todo y abandonar; en momentos en los que adoras tu carrera y otros en los que verdaderamente la odias.

Pienso en revisiones de examen, en mis compañeros, en septiembres, en cumpleaños con globos en "la biblio", en descansos, en “miriendas”; en clases de baile, en listas de notas que cambian cada día, en las “notas de corte” que deciden si apruebas o suspendes, en asignaturas, profesores, en microscopios, interminables disecciones, laboratorios, autopsias, seminarios, trabajos, manifestaciones, experimentos, charlas, congresos, pacientes, médicos...

Pienso en que en tan solo unos meses he visto a enfermos reír, llorar, desahogarse, estar ya fuertes, estar débiles, que tengas que sujetarles; les he visto no entender, aceptar, buscar apoyo, preguntar, sufrir, estar alegres, sonreír, desesperarse, no entender, entender demasiado; olvidarse de ellos para ayudar al de al lado, no pensar más que en lo que les pasa, ser bordes, ser amables… distintas caras, distintas vidas, y yo, testigo privilegiada de una parte de cada una de ellas.

Y entonces me doy cuenta de que nadie me preparó para estudiar medicina, que no sabía lo que hacía cuando me metí, que en el fondo no podía amar la carrera porque no la conocía... 

No sé si decir que estudiar medicina haya sido “algo vocacional” en mi caso, como tantos dicen que debe ser. Más bien puedo decir que he ido descubriendo la carrera poco a poco, aceptando los sacrificios que implica, convenciéndome a mí misma de que quiero hacer esto... 

Cuatro años después de empezar la carrera recuerdo las palabras de ese sacerdote, y puedo darle la razón: la medicina es amable por si misma."





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