jueves, 14 de mayo de 2015

Y decidí ser médico...

Una vez me dijeron que todo estudiante de medicina o médico elige la carrera, pero que es en un momento dado en el que toma la decisión de ser médico, en el que la medicina se descubre ante él, y de obligación o profesión pasa a ser vocación.

Es cierto que hay momentos en la vida que quedan marcados a fuego. Momentos en los que el ir y venir del día a día parecen paralizarse... y de repente todo se coloca: la rutina cobra sentido, el camino parece tener dirección y la vida pasa de ser carga a ser algo de lo que disfrutar.

Aquella tarde de Agosto el sol abrasaba el asfalto de Madrid, como cualquier día de verano a las 3:20 de la tarde. Salí del hospital, en calidad de estudiante... primera rotación de verdad. Caminé ajena al al bullicio que me rodeaba, rutina de cualquier día laborable, aparentemente un simple día más... Ese día descubrí algo importante: que me apasionaba la medicina. Agotada y al borde del desmayo, habiéndome levantado a las 6:30 de la mañana y sin haber tomado nada más que un café pero con una sonrisa de oreja a oreja y sin caber en mí: feliz. Por encima de todo, un pensamiento que no me podía quitar: mi vida, por primera vez en 2 años, volvía a tener sentido. 

No pretendo explicar qué sucedió esa mañana de Agosto, ni deriva de ella mi pasión por la medicina, pues lo que ese día intuí se ha ido concretando poco a poco... y aún queda mucho camino por delante. Sólo me remito a recordar con cariño lo que viví, esa sensación que no recordaba desde hacía ya un par de veranos: que la vida no era solo para sobrevivir, que ante mí se abría un horizonte mucho mayor. Ese día podría decirse que "me enamoré" de la medicina. Y desde ese día he ido aprendiendo lo que significa ser estudiante de medicina; asomándome a ella, a la vida de tantos pacientes y médicos que se han cruzado por mi camino, y al día a día de un hospital.

Hoy ya no siento que la medicina sea lo único que da sentido a mi vida, pero ¿por qué no? Es una parte importante de ella. No voy a pararme a explicar los motivos que dan sentido a esta realidad. Tampoco voy a decir que la medicina sea lo único que tengo, porque mentiría: pero cuando esté harta de los pacientes o habituada a la rutina, quiero recordar que hubo un día en el que la medicina me llenó de sentido, que fue el empujón que necesitaba para volver a creer que la vida de verdad merecía la pena ser vivida. 

¿Hoy? Hoy aun sé que la medicina vale la pena. Hoy acabo agradecida la carrera, y animo a todos los que estén en ella. Hoy me siento afortunada porque puedo decir que ahora ya no me toca descubrir lo que es ser estudiante de medicina, que eso ya pasó. Hoy recuerdo el día en el que decidí que sí, que no sólo estaba en la carrera, que es que de verdad quería ser médico... y a partir de ahora tocará algo nuevo: aprender lo que conlleva serlo. 



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