domingo, 12 de febrero de 2017

"¿Y sí...?"

Querer gritar y llorar y no tener hacia donde hacerlo.
Tener miedo y no saber a qué.
Estar perdida y no poderte mover.


"¿Y si...?" Y si eterno. Como eternos son sus puntos suspensivos.
Ser o no ser. Verdad o cuento. Exageración o necesidad. 

Cortina de humo o problema real.
¿Y qué hacer si es tu cuerpo el que decide dejarte de hablar?

"¿Y si...?" ¿Es que no lo vas a decir en voz alta? En silencio sonríes. No, no es eso. Va más allá.
Es que nunca lo dirás. En voz baja tampoco. Ni siquiera a ti misma. 
De hecho, no lo sabes.
¡Eterna duda! Duda sin resolver. Sin resolver porque ni siquiera se llegó a formular.

Silencio entre tú y tú. Abismo interno.
Abismo irreal por la proximidad de sus extremos,
pero real por tu imposibilidad de cruzar.
Puede que me ahogue en un vaso de agua... ¡pero qué resbaladizas y lisas son sus paredes cuando se intentan escalar!

Dos caras en una moneda. Pegadas. Pegadas entre sí, pero incapaces de contactar.
Cara y cruz. Luz y oscuridad.
Entre el cielo y el suelo... y tú exactamente en medio.

"¿Y si..?" Y resuena con más fuerza.
"¿Y si...?" Y como tantas otras veces te das la vuelta. Te das la vuelta, corres... 

Huyes. ¿De qué? De ese "y si".
De la pregunta que nunca se llegará a formular.
De ti misma. De tu sombra. De tu reflejo. Pero tu estás en ti, tu sombra te sigue fielmente detrás, tu reflejo reaparece cada vez que, asustada, decides entreabrir los ojos para mirar.

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